CIEN AÑOS DE RESISTENCIA ARMADA
Julio Chirino
(El
Cabito)
La historia deformada.
La lucha por los cambios que se vienen produciendo en la sociedad
venezolana en la etapa actual y que implica, en primer término, la enarbolación
de las banderas patrióticas y nacionalistas que sirvan de palanca impulsora al
torrente de energías revolucionarias que habían sido mediatizadas por muchos años en el seno de la
sociedad venezolana a consecuencia de una dirigida y muy bien planificada
penetración cultural que comenzó en los albores de nuestra nacionalidad y que
ha venido minando, desde entonces, la conciencia nacional a fuerza de
tergiversar la historia llena de heroísmo de nuestros antepasados.
Desde Oviedo y Baños hasta Manuel Vicente Magallanes, ese interés
y encargo de las clases dominantes foráneas e internas para que se escriba la
historia a su manera, ha sido cumplido con disciplina y acierto clasista
sorprendentes, donde los términos de gandul
y bandolero, en ambos escritores,
han buscado el mismo objetivo de ocultar y descalificar la gesta gloriosa de
nuestros indígenas, para así mantener y eternizar la dominación contra las
clases populares.
Venezuela es
un país que desde la época de la conquista hasta nuestros días, ha sufrido una
profunda penetración cultural extranjerizante que ha deformado premeditadamente
toda la historia nacional. Las clases dominantes en el poder, a través de sus
ideólogos, se han encargado de relatar esa historia con marcados y premeditados
rasgos de dependencia, dándole la interpretación que sirva a sus intereses y en
particular a la conservación y reproducción del poder, sepultando en las
bóvedas de una distorsión histórica, todos los gritos de rebeldía y todos los
actos de resistencia armada de los explotados con que se ha cubierto toda
nuestra historia. El rescate de nuestra tradición cultural implica la
exaltación de nuestros valores autóctonos y nacionalistas, rescatando toda la
fuerza arrolladora de nuestra tradición libertaria, poniendo en su justo lugar
la admirable gesta de Guaicaipuro, Los Jirajaras, Andresote, El Negro Miguel,
José Leonardo Chirino, Gual y España, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, para
nombrar solamente los luchadores más descollantes de cada episodio libertario
de nuestro pueblo.
El discurso narrativo de la
conquista.
Los
historiadores comprometidos con el sistema de explotación y con el discurso
narrativo de la conquista se han
encargado de educar a nuestras generaciones con sus textos de historia adulterada bajo el espíritu de
rendirle pleitesía a los Conquistadores, de erigir estatuas a su memoria en
nuestras Plazas y Parques, relegando a un segundo plano –y a veces hasta
ignorando- a los verdaderos héroes que
se opusieron a la brutal agresión del colonizador español. El colmo del cinismo
en este discurso colonizador es la instauración de un 12 de Octubre como el Dia de la Raza obligando a nuestro
pueblo a postrarse con admiración frente a las estatuas de quienes como
Cristóbal Colón, Alonso de Ojeda, Juan de Ampíes, Diego de Lozada y demás
conquistadores deberían merecer nuestro más indignado repudio en vez de haber
permitido impunemente que un día como éste se haya convertido en fecha de
celebraciones y alabanzas a la bravura del
invasor, cuando la verdad fue otra y muy distinta. Precisamente ese día, con la
llegada del comerciante genovés don Cristóbal Colón a nuestras costas de
Macuro, comenzó la invasión y el saqueo más despiadado de América por parte del
colonialismo europeo, que reducidas sus fronteras para la acumulación de
riquezas, necesitaba, como todo capitalismo en expansión, abrirse hacia nuevos
mercados.
Muy lejos
está esa historia de dominación de decirle la verdad al pueblo, que no es otra
sino ésta: ese día la avidez de riquezas del insolente colonialismo
español cortó, a sangre y fuego, el
proceso de evolución de las clases en nuestro país é impuso por la fuerza de la
superioridad tecnológica y militar, un Estado extraño a nuestro propio
desarrollo histórico como pueblo. En la
resistencia armada contra el invasor español, existen innumerables capítulos de
defensa intransigente de lo nuestro, de
heroica actitud –y no de fiereza- como dice Vicente Magallanes, que
conviene mencionar.
La resistencia armada de los
Jirajaras.-
Como en esta
oportunidad la intención es comenzar a destacar todas esas acciones queremos
iniciar el tema con uno de los capítulos que debe tener para los venezolanos
una singular importancia y que además es uno de los episodios ocultos,
olvidados, ignorados y tergiversados de la resistencia indígena, de la misma manera
que se distorsiona y minimiza el verdadero papel y participación de Ezequiel
Zamora en la Guerra Federal. Nos referimos a la heróica gesta, prolongada y
victoriosa por muchos años y llena de riqueza militar, tanto táctica como
estratégica, que desarrollaron los Jirajaras desde el estado Falcón y en toda
la extensión del territorio que circunda a Nirgua en el Estado Yaracuy.
La acción de
resistencia armada más prolongada, tenaz y organizada por parte de la tribu de
los Jirajaras comienza en la Sierra de Coro en el año de 1513 y se traslada con
la misma carga de rebeldía a las montañas y valles de Nirgua en el año de 1535.
Este gesto poco conocido y adulterado
por los historiadores de todo signo, va a desarrollarse a partir de
entonces en la modalidad de guerra de guerrillas hasta el año de 1628. Esta resistencia bélica se inició,
justo cuando comienza el saqueo de españoles y alemanes –a través de los
welzares- sobre nuestras tierras y con espíritu indómito, opusieron una
encarnizada resistencia al saqueo extranjero de nuestras riquezas. Es así como
se oponen con acciones de fusilamiento de sus verdugos a las intenciones de
esclavitud, hostigando constantemente a la población española de Coro; hasta
convertir la Sierra coriana en su zona de retirada y Cuartel General de la
resistencia. Ante la superioridad militar del invasor español no dan pelea frontal ni se aferran a ningún
territorio, ensayan una singular guerra de guerrillas de gran movilidad en un
amplio escenario de la sierra para contrarrestar el empuje militar permanente
del invasor y anulando de esta manera la efectividad de la caballería, novedosa
arma traída por los españoles para la conquista.
Estrategia y Táctica del ejército
indígena.-
Fieles a la
táctica de no defender territorio, ya para el año de 1545 habían llevado la
lucha a las inmediaciones de Nirgua del Estado Yaracuy, donde se harán fuertes por más de noventa y
tres años. Este hecho y muchos más conforman la tradición guerrera de nuestro pueblo
y constituye uno de los antecedentes más hermosos y de admirable resistencia
militar opuesta al invasor en suelo americano. Es menester, por tanto, buscar
las razones por las cuales las acciones de combate de los Jirajaras duró tantos
años, así como también es necesario indagar sobre los logros desde el punto de
vista de la táctica militar, así como de su posterior aniquilamiento como
ejército y como pueblo indígena.
La larga y
efectiva resistencia de esta aguerrida agrupación indígena en el terreno
militar estribó, sin duda alguna, en la justeza de su lucha y en el hecho de
que se constituyeron en varios grupos pequeños, en guerrillas, para mantener en
jaque y constante hostigamiento a las fuerzas españolas superiores en técnica,
experiencia y en armas. Evitaron acertadamente, y al máximo, el
comprometimiento de sus fuerzas en choques frontales, tal y como lo buscaban
los estrategas de la corona española. Diseminados en muchos grupos, adoptaron
la modalidad de la emboscada como táctica de combate y ello les hizo
invulnerables primero y tardíos posteriormente para su total derrota por parte
del colonizador, quien tuvo que pagar una elevadísima cuota de sangre a lo
largo de casi una centuria. Esa
prolongada confrontación bélica tuvo destellos de cierta claridad
política al hacer uso de las alianzas,
como ocurrió con la rebelión del negro Miguel en las mismas montañas del Estado
Yaracuy, con cuya acción de rebeldía estuvieron comprometidos desde un
comienzo. Esta claridad y amplitud estuvo unida a su indoblegable actitud en
defensa de sus territorios y su cultura, obstaculizando, hasta impedir, a costa
de inmensos sacrificios humanos, que el invasor explotara las minas de oro de
Buría en el mismo Yaracuy.
En la
selección del enemigo principal hicieron
gala igualmente, de sabiduría política al mantener en constante
hostigamiento a todas las fuerzas españolas que pasaban por su territorio o que
se disponían a fundar Villas que facilitaran el saqueo. A tal punto llegó la
resistencia contra el despojo de nuestras riquezas, que en 1562, a veintisiete
años de haberse iniciado la lucha armada en los alrededores de Nirgua, esta
población tuvo que ser abandonada por sus habitantes españoles, al igual que lo
fueron las otras poblaciones españolas cercanas.
La expresión
más alta del dominio militar y del aprovechamiento de un terreno que conocían
palmo a palmo se explica, sin muchas posibilidades de discusión, en el hecho de
que entre 1589 y 1628 -¡treintinueve años exactamente¡- todos los estrategas
militares de la corona española investidos con títulos de gobernadores,
entrenados en el arte militar y participantes en muchas contiendas europeas,
fueron derrotados por las guerrillas de los Jirajaras y todos tuvieron que
retirarse con serios destrozos en sus filas.
La última derrota del ejército español.-
Los últimos
intentos de aniquilamiento de la aguerrida etnia de los Jirajaras le fueron
encomendados, sucesivamente, a los gobernadores García Girón y Francisco de la
Hoz Berrío, quienes en 1611 tuvieron que retirarse con el más rotundo fracaso
en la difícil empresa de someter por la
fuerza de las armas a los indomables guerreros indígenas. Una vez derrotados
uno a uno sus enemigos esta agrupación indígena se hizo dueña absoluta, desde
el punto de vista militar, de toda la rica geografía que bordeaba a Nirgua,
incursionando ya sobre poblados importantes como Valencia, abasteciéndose de
las mercancías que gracias al saqueo y expropiación de sus tierras producían y
trasladaban los soldados españoles. Hábilmente evadían, en una acertada y
legítima estratagema militar, a las
fuerzas regulares de la conquista que
buscaban el combate en el terreno plano a fin de hacer uso a mansalva y sin
obstáculos de la caballería.
La estrategia de aniquilamiento
del invasor.-
Ante la
imposibilidad de controlar tan importante y efectivo foco de rebeldía armada,
el mando español urdió una campaña final de aniquilamiento que consistía en
unir en una sola fuerza y bajo un mando único, a toda la élite guerrera
acantonada en los Ayuntamientos de Nueva Segovia (hoy Barquisimeto), El Tocuyo,
Valencia y Caracas. Los Jirajaras, a juicio de los ejecutantes de la política
del saqueo en la región, se habían constituido en un punto de referencia contra
todo el Plan de Conquista en suelo venezolano. Para ese momento habían cortado
con su victorioso accionar militar todo el tránsito y el comercio colonial que
provenía de las Provincias ya sometidas.-o en camino de sometimiento-, como
Nueva Segovia, El Tocuyo, Maracaibo, Coro y parte de Los Andes. Su apostamiento
en un centro de obligada convergencia como lo era Nirgua y sus alrededores,
hacía que su posición fuera, francamente privilegiada y peligrosa desde el
punto de vista politico y de la estrategia militar del agresor extranjero. Una
resistencia armada victoriosa que se prolongaba a lo largo de casi un siglo y
que inflamaba el espíritu de rebeldía de otros sectores de la población, tenía
que ser considerada demasiado peligrosa para no empeñar en contra de ella todos
aquellos esfuerzos y recursos bélicos que la doblegaran y la convirtieran, en
vez de un digno ejemplo a seguir en forma inmediata, en una lección
desmoralizadora para el resto de etnias venezolanas, y hacia ese objetivo
estaría dirigida la acción concentrada en hombres y recursos en la estrategia
del ejército invasor. Fue entonces
cuando, previa discusión en la alta dirigencia político-militar, el propio
Gobernador de Caracas, Juan Meneses y Padilla, salió de su recinto ya
pacificado con un numeroso y equipado ejército entrenado para el aniquilamiento
de los pueblos indígenas. En Valencia se le unirían los otros tres
Ayuntamientos y una vez discutido el Plan Militar, se dirigieron hacia la
región de Nirgua, casi liberada por los Jirajaras y allí establecieron su
Cuartel General fortificado.
Una batalla final de tres años.-
Tres largos
años, sin embargo, duró la campaña del gobierno. Fueron tres años de enconada y
recia lucha, que dejaron como ejemplo la
escogencia de ser aniquilados, antes que servir como esclavos al conquistador.
Para
facilitar este triunfo español sobre nuestros soldados indígenas, tal vez jugó
un papel de importancia el hecho de haber cometido ahora el error que fue
desechado en Coro, al comienzo de la contienda: aferrarse a un territorio. Al lado de este
inexplicable cambio de estrategia, estuvo el hecho de significativa relevancia de carecer de una
jefatura sólida, como la de Guaicaipuro en el centro, que amalgamara política y
militarmente el resto de etnias que luchaban dispersas en toda la región cercana al escenario de batalla de este
glorioso é indomable ejército de flechas. Además, pese a que conocían
perfectamente el arte de guerrear del enemigo, no encontraron, finalmente,
formas nuevas de contrarrestar la superioridad en armamento de los
conquistadores y en resumidas cuentas, no encontraron la solución para salir de
la precaria situación de contar, como único armamento, el arco y la flecha.
Otra fatalidad para no culminar con éxito el desarrollo de la lucha contra el
acorazado contendiente, fue la de no poder establecer coordinación alguna con otros
grupos indígenas que hacían resistencia tenaz en varios puntos de la geografía
venezolana; una vez aislada por completo
la guerra de guerrillas de los valientes Jirajaras, el debilitamiento y
finalmente el aniquilamiento fue un hecho consumado.
La lucha de los jirajaras, un
ejemplo a seguir.-
De un
episodio de esta magnitud y trascendencia, de una brillante sostenida y
victoriosa resistencia de 93 años, no puede quedar solamente como recuerdo una
fiera hormiga roja llamada jirajara, como lo sostiene Vicente Magallanes, a
menos que haya un interés clasista en ocultarle al pueblo la verdad, en
desfigurar aquellas experiencias que
puedan encender de nuevo, o reanimar,
porque nunca ha sido apagada, la llama de la rebelión en caso de que un
nuevo y moderno invasor extranjero intente de nuevo profanar el suelo patrio.
Para los
venezolanos de hoy la extraordinaria experiencia de los Jirajaras fue un camino
justo y digno contra el invasor de ese momento y de una validez aún vigente
para enfrentar enemigos actuales que osen irrespetar nuestra soberanía
abusando, al igual que los españoles, de su poderosa maquinaria bélica. Es
necesario pues, enaltecer y revivir en nuestro pueblo todo el caudal de combate
y espíritu de sacrificio que nos
legaron, como defensores de nuestro territorio los irreductibles Jirajaras.
Julio Chirino
muy bueno, es una lastima que en un sistema a estas alturas pervertido por las clase sociales no se haya dado la importancia que corresponde al hecho de que aun estamos en una dura conrontacion y que el Jirajara aun reciste los embate de los opres, luchando contra la aleniacion, para hacerce el lugar que le corresponde y es la construccion de la antihistoria pues la que se le ha venido dando dentro de los sistemas educativos, a sido la historia burda y ficticia.
ResponderEliminarEXCELENTE INFORMACIÓN, CADA QUIEN DESDE SI TRINCHERA MULTIPLICANDO NUESTRA VERDAD HISTÓRICA. Gracias, camaradas.
ResponderEliminarEXCELENTE INFORMACIÓN, CADA QUIEN DESDE SI TRINCHERA MULTIPLICANDO NUESTRA VERDAD HISTÓRICA. Gracias, camaradas.
ResponderEliminarYo no piensovlo mismo x q no tiene lo q yo estoy buscando
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